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Tijuana: frontera, migración y el nacimiento de la cerveza artesanal mexicana moderna

  • atlacho
  • 28 nov
  • 3 Min. de lectura

En México, la historia moderna de la cerveza artesanal tiene un kilómetro cero, y no está en la Ciudad de México ni en Guadalajara, sino en la franja donde el país toca Estados Unidos. Entre Tijuana, Mexicali y Ensenada, surgió una cultura cervecera que mezcló frontera, desierto y mar; migración e intercambio; bares improvisados y una creatividad que hizo escuela.

Aquí se formó la generación que abrió la puerta a las IPA mexicanas, a los taprooms, a los festivales independientes y a las pequeñas cervecerías que hoy se reparten por todo el país. Baja California fue la chispa, y estas tres ciudades —cada una desde su propia tradición— son los vértices de una misma historia.

Mexicali: Cucapá y el desierto que parió una leyenda

Mexicali tuvo una ventaja fundacional: una larga convivencia cultural con California y una población que ya estaba acostumbrada a cruzar sabores, costumbres y cervezas. En ese terreno fértil nació Cucapá, una de las primeras microcervecerías mexicanas que alcanzó fama nacional. Su nombre, tomado del pueblo indígena Cucapá del delta del río Colorado, no fue casual: la marca buscaba hablar del desierto, de la región y de una identidad que no aparecía en la cerveza industrial.

Cucapá puso a Mexicali en el mapa. Mostró que en México se podía producir cerveza artesanal con identidad propia cuando aún nadie hablaba de IPA ni de cerveceros independientes. Su influencia sigue viva: cada brewpub y cada cerveza experimental de la ciudad —ya sean lagers secas para el calor extremo o stouts densas para las noches de invierno— dialogan inevitablemente con ese origen.

Tijuana: la capital fronteriza donde todo se aceleró

Si Mexicali abrió la puerta, Tijuana fue la ciudad que la arrancó de cuajo. Su cercanía con San Diego —una de las mecas cerveceras del mundo— generó una circulación constante de ideas, ingredientes y estilos. Cualquier joven podía cruzar la frontera, probar 15 cervezas distintas en un taproom californiano, regresar a casa y decidir que quería hacer lo mismo.

Ahí surgieron nombres que hoy son referencia:

  • Insurgente, una marca que ayudó a definir el perfil moderno de la cerveza artesanal mexicana.

  • Border Psycho, con su estética fiestera y su acercamiento punk–fronterizo.

  • Una serie de bares y patios cerveceros que transformaron zonas enteras de la ciudad en corredores gastronómicos.

Tijuana también vivió tensiones: clausuras, regulaciones ambiguas y choques entre tradición empresarial y espíritu independiente. Pero eso mismo moldeó una identidad: la cerveza tijuanense es atrevida, veloz, crítica y profundamente urbana. No se entiende sin la frontera a unos pasos.

Ensenada: cuando la cerveza aprendió a convivir con el vino

Mientras Tijuana miraba hacia el norte, Ensenada miraba hacia el Valle de Guadalupe. Y ese entorno, marcado por la vitivinicultura, moldeó su estilo cervecero: más pausado, más gastronómico, más orientado a los matices.

La pieza clave en esta ciudad es Wendlandt, que pasó de ser un brewpub frente al mar a convertirse en una de las cervecerías más premiadas de México. Su éxito mostró que la cerveza podía compartir escena con el vino sin ser opacada; de hecho, podía aprovechar el turismo gastronómico, los maridajes y las rutas enológicas para construir su propio público.

La escena ensenadense creció con calma pero con elegancia, con cervezas que dialogan con la pesca local, con el clima costero y con una tradición culinaria que siempre ha mirado lejos. Ensenada aportó sofisticación y técnica al movimiento.

Un triángulo cultural que definió un país cervecero

Lo fascinante es que ninguna de estas ciudades se parece a la otra, y aun así las tres formaron un ecosistema común:

  • De Mexicali salió la tradición pionera.

  • De Tijuana, la energía independiente y la estética fronteriza.

  • De Ensenada, la integración con la gastronomía y el enoturismo.

Ese triángulo generó un modelo que luego replicaron Ciudad de México, Guadalajara, Querétaro y decenas de ciudades más. Las colaboraciones entre cervecerías, los concursos, las cervezas experimentales con ingredientes locales, los taprooms y las rutas cerveceras nacieron aquí.

La escena hoy: fuerte, creativa y parte del ADN bajacaliforniano

Hoy, Baja California sigue siendo una potencia cervecera. Las marcas locales obtienen premios internacionales, los festivales en Tijuana y Ensenada atraen a miles de visitantes, y nuevas cervecerías siguen apareciendo en Mexicali con propuestas que combinan tradición y experimentación.

La cultura de bar ya es un ritual: probar una IPA de barrica junto a unos tacos de pescado; brindar en un taproom tijuanense al atardecer; o encontrar una pilsner hecha para sobrevivir al calor mexicalense. Baja tiene una manera muy suya de beber cerveza, y esa manera se ha vuelto referencia nacional.

 
 
 

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